Una conchita muy blanca
fue arrojada por el mar,
era blanca como espuma
de las olas al chocar.
Su historia solo la cuentan
los peces multicolores
que le hacían compañía
y escuchaban sus canciones.
O un caballito de mar
por donde ella se paseaba
para ir por los jardines
que en el fondo se cruzaban.
O las aguas, cual caricias,
que le pulían su cara
y le limpiaban la arena
muy cerquita de la playa.
Un niño la recogió.
«¡Cuán bella es!», repetía
mientras saltaba contento,
mientras gritaba y reía.
La conchita era tan blanca,
tan blanca, pura y pequeña,
que en las manos de aquel niño
desapareció sin pena.
Y volvió al mar, que es su casa,
o a la playa, o a la espuma,
o el viento se la llevó
hacia una estrella o la luna.
Autor: Jorge Emilio Sierra Montoya
Libro poesía «El Angelito: Poemas a la muerte de mi niña»
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